27 septiembre 2006

La igualdad más allá de la humanidad

“La pregunta no es ¿pueden ellos pensar? Tampoco es ¿pueden ellos hablar? La pregunta es ¿pueden ellos sufrir?” - Jeremy Bentham

Y es así, las personas no-humanas son seres de una vida emotiva muy compleja, seres sensibles capaces de sentir amor, enojo, miedo, angustia, alegría y hasta una empatía especial hacia personas no humanas y humanas. Ellos son capaces de vencer el especismo (discriminación por la especie). Por qué muchos humanos no son capaces de respetar el derecho a la vida y al no-sufrimiento de estos seres?. Todos somos animales, todos los animales somos iguales. La igualdad más allá de la humanidad. Estoy segura que muchos como yo cuando ven y sienten el sufrimiento de un animal se han quedado con las ganas de abrazarle y pedirle perdón, como lo hizo Nietzsche, como lo hizo Teresa con su perro. Evidentemente no todos los “humanos” somos iguales.

“La verdadera bondad del hombre sólo puede manifestarse con absoluta limpieza y libertad en relación con quien no representa fuerza alguna. La verdadera prueba de la moralidad de la humanidad, la más honda (situada a tal profundidad que escapa a nuestra percepción), radica en su relación con aquellos que están a su merced: los animales. Y aquí fue donde se produjo la debacle fundamental del hombre, tan fundamental que de ella se derivan las demás.Una de las terneras se acercó a Teresa, se detuvo y la miró largamente con sus grandes ojos castaños. Teresa la conocía. Le llamaba Marqueta. Le hubiera puesto nombre a todas sus terneras, pero no podía. Eran demasiadas. Antes, y seguro que hasta hace cuarenta años, todas las vacas de este pueblo tenían nombre (y dado que el nombre es el signo del alma, puedo afirmar que la tenían, a pesar de Descartes). Pero luego se hizo cargo del pueblo una gran fábrica cooperativa y las vacas pasaron a llevar su vida en dos metros cuadrados, en el establo. Desde entonces no tienen nombres y se han vuelto "machinae animatae". El mundo le ha dado la razón a Descartes. Fue precisamente él quien negó definitivamente que los animales tuvieran alma: el hombre es el propietario y el señor mientras que el animal, dice Descartes, es sólo un autómata, una maquina viviente, "machina animata". Si el animal se queja, no se trata de un quejido, es el chirrido de un mecanismo que funciona mal. Cuando chirría la rueda de un carro, no significa que el eje sufra, sino que no está engrasado.Sigo teniendo ante mis ojos a Teresa, sentada en un tocón, acariciando la cabeza de Karenin y pensando en la debacle de la humanidad. En ese momento recuerdo otra imagen: Nietzsche sale de su hotel en Turín. Ve frente a él un caballo y al cochero que lo castiga con el látigo. Nietzsche va hacia el caballo y, ante los ojos del cochero, se abraza a su cuello y llora. Esto sucedió en 1889, cuando Nietzsche se había alejado ya de la gente. Dicho de otro modo: fue precisamente entonces cuando apareció su enfermedad mental. Pero precisamente por eso me parece que su gesto tiene un sentido más amplio. Nietzsche fue a pedirle disculpas al caballo por Descartes. Su locura (es decir, su ruptura con la humanidad) empieza en el momento en que llora por el caballo. Y ese es el Nietzsche al que yo quiero, igual que quiero a Teresa, sobre cuyas rodillas descansa la cabeza de un perro mortalmente enfermo. Los veo a los dos juntos: ambos se apartan de la carretera por la que la humanidad, "ama y propietaria de la naturaleza", marcha hacia adelante.” La Insoportable Levedad del Ser - Milan Kundera

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